Miedos y amapolas
Tal vez me pese en el alma no saber tantas cosas que no sé. Solamente tal vez, me cueste darme cuenta de mis limitaciones. Lo cierto es que no es tan sencillo mirarse al espejo y aprender a reconocerse en ese reflejo lejano. Saber que ese que te mira eres tú y basta. Tampoco es fácil ser consciente de que ese tú de las fotos en las que sales poco favorecido es lo que ven los demás cuando te miran. Mis errores, mis dudas, mis miedos, me pesan en el alma, ponen trabas a la yo que quisiera ser, coartan la libertad de decidir lo que otros ven en mí.
La autoestima elevadísima litiga continuamente en mi interior con un nefasto, incapacitante e innecesario sentimiento de inferioridad. Y nimios detalles deciden hacia qué lado se decanta mi ego a cada instante. Hoy me siento bien con un punto de ánimo elevado próximo a la felicidad, casi todo fue saliendo sin excesivo esfuerzo, cada problema tenía el germen de la solución en su interior, como una flor a punto de estallar en pétalos rojos. Ayer vi en tv el spot de Flower by Kenzo, un perfume que usé durante un tiempo, y cientos de miles de amapolas cubrían el suelo de Caminito. Dani sabe que Caminito es uno de los lugares que más me gustan en el mundo, no por lo que es, sino por lo que significa para mí ese entorno policromado.
Y nada de ordenadores: 200.000 flores artificiales cubrieron el suelo de la calle para la grabación del anuncio, en una apabullante nieve de color rojo. Es esa clase de milagro cotidiano que debería ocurrir cada día de un modo distinto, para no dejar de sorprender al espíritu, para conservar al niño encapsulado en el cuerpo-envase de un adulto.
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