Tormentas Paradigmáticas

Aquellas perturbaciones que se ajustan a mi propia idea mental del concepto tormenta...

jueves, diciembre 30, 2010

Nota breve de actualidad

Esa terapia del regreso al blog que intenté imponerme en septiembre la olvidé al cabo de pocos días. Otras cosas, más grandes, más trascendentales, han diluido mi atención en estos meses y me he puesto a escribir en otros lugares. Por ejemplo, un diario para nuestro hijo o hija, que lleva casi cinco meses creciendo en mi vientre, aunque ese día de septiembre aún no lo sabía. Y esa es la gran noticia. Para qué decir más.

viernes, septiembre 17, 2010

Feliz y poeta, res miranda

Miro la pared naranja que se ha convertido en el paisaje de mis horas laborales y me asusto al pensar cuánto me he perdido a mí misma o a la yo que creía ser cuando todo me dolía. No es que ahora mi piel sea más gruesa o que los asuntos viscosos me resbalen. No, no tengo una funda repelente de la suciedad. Tampoco es que haya crecido. Ocurre que vivo en un limbo suave, donde hago pasteles, punto y planes. Y también pasa que las angustias ya no son esas pelusas que se arremolinaban en mis cosas, ahora más bien son como los residuos en los fregaderos, pegados al sumidero, atenazándome en la boca del estómago hasta que los extermino con desatascador o muchos insultos. Antes la tristeza me esperaba en los rincones, pero creo que me la olvidé en la mudanza.

Ayer aprendí qué es una egagrópila y ese nuevo conocimiento me iluminó, por lo orgánico, útil y sencillo. Egagrópilas eran mis textos antes: regurgitaciones de los desechos que no quiero dentro de mí. Más al sur, las cosas fluyen, sobre todo porque mi amor lubrica mi vida en más de un sentido, y ya muy pocas veces vomito las angustias en forma de bola. De todas formas, me he propuesto y autoimpuesto la terapia diaria de regresar.

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martes, octubre 13, 2009

Los viejos diarios y la adolescencia que asalta como un monstruo feroz

Hoy, tras un fin de semana en casa de mis padres, me puse a releer los diarios que escribí cuando era una niña, entre los años 90 y 2000. Diez años que se resumen en cinco cuadernos gruesos, repletos de entradas de cine, cartas de amigos, recuerdos variopintos y textos cambiantes. Mi adolescencia entera en tinta azul de estilográfica que dibuja dudas, miedos y cambios en una caligrafía redonda, que a veces se inclina y con el paso de los años se empequeñece y se vuelve cursiva y en algunos tramos ilegible.

Leyendo mis propios textos, he recordado cómo amaba, qué sentía y qué era yo, avergonzándome y emocionándome a la vez por las banalidades y las trascendencias. Como Amélie Nothomb, tenía hambre. De sensaciones, conocimientos, experiencias, amor, de pura vida en definitiva. Construía mi mundo paso a paso, queriendo ser alguien diferente cada día, creyendo que cada fascinación era la auténtica. Pero no, claro. Sólo era una niña que la mayoría de las veces pensaba como una adulta que tenía claro que era aún una niña.

Ahora no puedo evitar sentir que soy otra persona, y me asalta una leve angustia, como una brida en la boca del estómago. Mezcla de nostalgia, vergüenza, irrealidad. Tengo 28 años y estos flashbacks me corroboran que nunca aprenderé a asumir las cosas y a revestirlas de irrelevancia, que siempre seré así, como una herida abierta.

viernes, abril 03, 2009

La ausencia injustificada

Ni esa, para mí nueva, actividad llamada facebook, ni los preparativos de algo que quería simple y se complica por momentos, ni el súbito pluriempleo, ni las horas que me roban el amor arrebatado y su ínclita presencia. Ni siquiera esta primavera que va y viene. Nada justifica el hecho de no escribir. Porque ser feliz no es motivo suficiente.

Debería haber narrado a su debido tiempo cómo me siento al despertarme y ver que mi vida es otra, que ha mutado sin dejar de ser la misma, caleidoscópicamente, convirtiéndose en algo tan bello que a veces me duele y me aterra a partes iguales. Tendría que dejar constancia día a día de las palpitaciones absurdas de mi corazón cuando me mira con su inmutable sonrisa. De eso y de todas las cosas pequeñas que me pasan cada día, porque esta ciudad es puro cambio para mí, y tiene esos detalles que me hacen amarla y odiarla con la intensidad con la que sólo se odia y se ama lo que se ha odiado y amado a partes iguales desde la niñez.

Me siento extraña, joven y vieja a la vez. Nostálgica, hipersensibilizada, llorona, delicada. Y a la vez, fuerte, mejor. A menudo me despierto y sé que he soñado que estaba en Barcelona, y entonces echo de menos de un modo raro mi ático amarillo, el primer espacio al que llamé mío, y donde no siempre fui feliz, pero a veces sí. Pienso de repente en personas a las que probablemente no vuelva a ver, como la señora Dolores, o Manuela, la portera. Y pienso en un paraguas rojo, y en los bichitos del polvo detrás del puf azul. Y en subir los cuatro pisos con bolsas de la compra. En la visita de Dani, en las noches de chicas. En las cenas sola, pegada al teléfono con H durante horas que parecían minutos. En las noches de domingo, mirándole y deseando que el tiempo no pasara. Y súbitamente, estoy aquí, a su lado, y temo que llegue un día en que la costumbre haga que no sea capaz de valorar lo cotidiano en su auténtica dimensión de extraordinario y de divino.

martes, enero 13, 2009

Planes

Estamos en la cama, como todas las noches, en ese instante previo a abalanzarnos el uno sobre el otro, y te miro a los ojos, desde muy cerca, oliéndote y sintiendo el peso y la calidez de tu mano en mi cintura, adaptándose a mis formas con la precisión de lo instintivo. Y sé, sin ningún género de duda, que eres tú, que siempre serás tú.

Y lo sé hasta el punto de ser capaz de comenzar una vida nueva a tu lado, de dejar atrás lo que yo era, y ser más yo misma que nunca. Acaricias mi pelo corto, y me susurras al oído que me amas. Cómo puede el mundo entero no enamorarse de ti. Parece ayer cuando nos conocimos, pero también parece siempre, y esa paradoja nos maravilla, que un año pueda ser tan largo, tan ancho, tan corto y tan sumamente vivido y gozado.

Así que nos casamos, el 15 de agosto.

lunes, diciembre 01, 2008

Punto bobo

No sé si es porque comienza a hacer frío de verdad, o porque estoy entrando en una de esas etapas marujiles, pero tengo unas ganas locas de ponerme a hacer punto.


NOTA: De momento, sólo bufandas, ni patuquitos ni nada que le pueda caber ni remotamente a un bebé. No es nada hormonal, parece, sólo artesanal.