Tormentas Paradigmáticas

Aquellas perturbaciones que se ajustan a mi propia idea mental del concepto tormenta...

miércoles, septiembre 27, 2006

Frágil

Me siento frágil: como una de esas prodigiosas poncheras de cristal que salen en las películas (y en un capítulo de Los Simpson), o como una de esas peceras redondas para los peces rojos. Quebradiza, inconsistente, inestable, con la piel muy sensible a los roces y la picante picadura de un mosquito en el codo. Me siento poca cosa, a punto de romperme, con la boca del estómago encogida, sueño retrasado y algunas parcelas de mi mente ocupadas por temas pendientes que debería cerrar cuanto antes. Pero no estoy triste, ni con un ánimo apesadumbrado o pesimista, sólo me siento en estado de excepción, de improvisación constante. Tan diferente de los días en que me como el mundo a bocados grandes, que camino con paso firme, que me río por nada y que decido, hago y digo las cosas con fuerza... me siento desorganizada, fragmentándome con el roce de la falda larga en mis piernas, que ya llevan medias y se mueven dubitativas.

Perdí algunas palabras en algún bolsillo de algún pantalón, hoy pasó algo con mi léxico, le crecieron malas hierbas. Me pican los ojos, creo que tengo una peca nueva en un brazo, debería ir ya a cortarme el pelo. Caminaré un rato esta tarde, dejaré que se evapore esta mala sensación mirando al cielo, mirando al techo, respirando hondo. Tal vez me compre unos zapatos.

PD: Dani lleva un mes aquí, y lo vi tan, tan poco, que me duele, aunque confío en aprovecharle un poco todavía. En esta foto me subí a un escalón para no quedar como una enanita...

martes, septiembre 26, 2006

Regresando

Hace muchos días que quiero regresar a casa, lo prometo. Son cinco minutos, puedes tomarte cinco minutos, me decía a mí misma entre tarea pendiente y tarea urgentísima, pero nunca conseguía robarle un instante al día para mí misma y mi blog. Al llegar a casa escribo, pensaba luego, cuando apagaba el ordenador en la redacción. Pero abría la puerta a las tantas, arrastrándome hacia el sofá, y tampoco podía. Ha sido una semana horrorosa, agotadora, deprimente, sin tiempo para nada y con muchas preocupaciones, que vistas desde lejos no parecen tan importantes.
Durante el finde, tuve momentos hermosos que mejoraron mi humor, así que esta semanita tiene pinta de ser mejor. Incluso brilla un sol optimista, que parece un añadido de cortesía a un verano que ya hace días que puso el cartel de cerrado.

martes, septiembre 12, 2006

Bienvenida a un día raro


Al levantarme esta mañana, ya supe que este día tendría algo de atípico, algo de poco habitual. No sé por qué. Tal vez porque no oí el despertador, porque ya hacía un poco de frío en el baño mientras me duchaba con la ventana abierta o porque me encontré muchas más cucarachas en la acera de lo que es normal. Es posible que sea porque arrastro la sensación picajosa de un finde raro de principio a fin. Tres días dominados por la sensación de un estado de excepción que tuvo su punto álgido ayer por la tarde en un funeral, viviendo la clásica mezcla de estupor, dolor e incredulidad que conlleva la muerte de alguien joven que conoces de siempre. Y chas, de repente ya no estará en las bodas, ni en las cenas, ni en las fotos, ni en las conversaciones. Pasará a formar parte de un reducto de temas que no se tocan, si no es en voz baja y midiendo las palabras. Para él, se acabaron los apodos tontos, las bromas sobre su aspecto, las anécdotas que ridiculizan. Ahora, cuando ya no la necesita ni le sirve de nada, lo revestirá un aura de respeto que lo diferenciará de los otros, de todos nosotros. Un aura de respeto que significa que estás muerto. Una mierda, vaya.

Por supuesto, en mi mundo egocéntrico hay muchas otras cosas menores que contribuyen a que estos últimos días sean raros, como si tuviera muchos pequeños cortes en la piel y todo me incomodara. Odio la sensación de intranquilidad, de cosas pendientes. No me gusta que se me desencajen los planes bien trazados, y me jode cuando a las 7'30 ya sé que va a ser un dia extraño y medio amargo. Llovía, diluviaba, cuando salí del ferrocarril, y no tenía ningún paraguas en el enorme bolso rojo de Mary Poppins que uso últimamente, así que me mojé un poquitín, después de esperar diez minutos a que amainara. Llegué tarde al trabajo, tenía muchos temas retrasados y acabó de anclarse en mí esta molesta irritación de un martes que parece un lunes. Podría haberme quedado durmiendo, soñando.

jueves, septiembre 07, 2006

Rutinas...

Hay rutinas deliciosas, costumbres que se acomodan en nosotros, hundiéndose lentamente en los forros más íntimos de nuestro espíritu, esos interiores suaves, de raso color crema que se graban día a día con las vivencias más dulces. Son rutinas tibias, que huelen a sábanas limpias y suenan como tu mano borrando el vaho que el agua casi hirviendo de mi ducha deja en el espejo del baño por las mañanas. Son rutinas insignificantes, pero cuya ausencia duele ardiente y feroz, como una úlcera en el alma. No tiene ninguna importancia el sonido de una llave en la cerradura de la entrada. Y sin embargo, no puedo contar cuántas veces levanté la vista de lo que estaba haciendo porque me pareció oírlo, sin oírlo de verdad, y tampoco puedo contar cómo me sentía después. La soledad nunca fue tan angustiosa como al llegar a casa tarde y agotada, en un invierno raro de días raros, y encontrar las luces apagadas y mi casa fría y vacía. Mi casa, que había sido nuestra y ahora era solamente eso, mía.

Hay rutinas que me permiten regodearme en instantes cargados de felicidad efímera: que me esperes al salir de la estación por las tardes, que te levantes mientras yo me ducho y prepares el desayuno mientras yo me visto. Lavar los platos codo a codo a última hora, cuando ya bostezamos y nos contamos cosas sin sentido. Tu manera minuciosa de espolvorear la sal sobre tus guisos, armado de un cucharón, y con aquel delantal que te traje de Argentina, donde están Mafalda y Felipe bailando un tango. Tu cuidadosa manera de hacer las cosas más simples. Tu mirada de pestañas eternas, tu presencia en mi vida. Mis rutinas.