Frágil
Me siento frágil: como una de esas prodigiosas poncheras de cristal que salen en las películas (y en un capítulo de Los Simpson), o como una de esas peceras redondas para los peces rojos. Quebradiza, inconsistente, inestable, con la piel muy sensible a los roces y la picante picadura de un mosquito en el codo. Me siento poca cosa, a punto de romperme, con la boca del estómago encogida, sueño retrasado y algunas parcelas de mi mente ocupadas por temas pendientes que debería cerrar cuanto antes. Pero no estoy triste, ni con un ánimo apesadumbrado o pesimista, sólo me siento en estado de excepción, de improvisación constante. Tan diferente de los días en que me como el mundo a bocados grandes, que camino con paso firme, que me río por nada y que decido, hago y digo las cosas con fuerza... me siento desorganizada, fragmentándome con el roce de la falda larga en mis piernas, que ya llevan medias y se mueven dubitativas.
Perdí algunas palabras en algún bolsillo de algún pantalón, hoy pasó algo con mi léxico, le crecieron malas hierbas. Me pican los ojos, creo que tengo una peca nueva en un brazo, debería ir ya a cortarme el pelo. Caminaré un rato esta tarde, dejaré que se evapore esta mala sensación mirando al cielo, mirando al techo, respirando hondo. Tal vez me compre unos zapatos.
PD: Dani lleva un mes aquí, y lo vi tan, tan poco, que me duele, aunque confío en aprovecharle un poco todavía. En esta foto me subí a un escalón para no quedar como una enanita...