Tormentas Paradigmáticas

Aquellas perturbaciones que se ajustan a mi propia idea mental del concepto tormenta...

miércoles, abril 25, 2007

El día menos pensado

Hace ya algunos días que no me despierto ni me voy a dormir con esa ansiedad por lo que no tengo y sin embargo quiero. Una ansiedad que es estimulante y que suele exasperarme e inspirarme a partes iguales. Me siento más tranquila, administrando mejor mis deseos de lo que acostumbro, y es bueno porque significa una vez más que el tiempo dispone y gestiona los anhelos. Y malo, porque me acomoda en la normalidad, y no hace más que tirar cubos de arena fina encima de unos deseos inoportunos, desestabilizadores, que tarde o temprano acabarán emergiendo con fuerza. Porque no son agotados, rechazados, sino dormidos, aletargados... hibernando en una primavera rara. Cualquier día, un timbre y un terciopelo fracturan la capa de hielo, el glaseado o lo que sea... y el alud comienza a formarse de nuevo, arrastrando las rutinas, haciendo una bola con las sensaciones. Cualquier día. El día menos pensado.

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jueves, abril 19, 2007

Abandonos y pieles

Odio ese pliegue de piel fláccida y seca que aparece en el codo de algunas personas cuando el brazo está estirado. Lo veo por la calle, en la gente que tengo delante y anda en manga corta, ajena a ese aborrecible pellejo grisáceo. Ya sé que es imprescindible tener un exceso de piel en el codo para poder doblar el brazo sin dolor. No es el pliegue cutáneo lo que me molesta, sino el abandono. Lo veo, hiperqueratinizado y rugoso, y me irrita.

Soy maniática. Utilizo semanalmente en la ducha un gel exfoliante en todo el cuerpo, pero especialmente en zonas agrestes como esa, porque me aterra pensar que tal vez yo también lo tenga y no pueda vérmelo. También tengo una esponja rosa (que se parece más a un estropajo que a una esponja) que pule y da esplendor a cualquier capa córnea maltrecha. Seguro que si lo hiciesen en una cárcel, sería considerado una práctica de tortura, pero enrojecer la piel con un utensilio delicadamente abrasivo no sólo no duele, sino que roza el placer si sabes que estás eliminando células muertas, detritus y suciedad, y revelando una piel suave y fina que da gusto tocar. Después te pones cremita. Y te quedas como nueva. Con pellejo, pero suave.

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martes, abril 17, 2007

Por fin, el sol

Hoy el sol se ha decidido. Ha roto la capa de nubes, ha asomado tímido y finalmente se ha hecho dueño de una primavera que hasta hoy no merecía llevar ese nombre. La ropa liviana de colorines esperaba con risitas ansiosas en el armario y los escaparates, mientras las botas y el abrigo pedían un descanso a gritos tras una temporada eterna. Tengo ganas hasta de pintar florecitas en los márgenes de las hojas, de barrer la terraza y de abrir las ventanas. Mi estado de ánimo ha subido muchos puntos en las últimas horas, tras una mañana agobiada y confusa.

Este mediodía ha sido un placer que la temperatura en Barcelona me obligara a quitarme una a una las capas de ropa innecesaria, y más aún encontrar de repente, inesperada, una hora libre, y que esa hora libre me pillara en un buen entorno, en buena compañía, con un cielo tan intensamente azul y una cocacola tan tan fría. Un inusitado y bien recibido buen rato. Qué gusto trabajar así, a pleno sol, oyendo y sintiendo la vida que se agita alrededor. Qué bueno que me duelan las mejillas de reír.

Sigo queriendo saber. Necesito certezas, proximidades. Pero menos.

domingo, abril 01, 2007

Apatía dominical y lluviosa

Es domingo por la tarde y llueve finito: esa clase de cortina de agua casi imperceptible que tiñe la ciudad de plateado, volviendo el asfalto un espejo empañado, con un cielo gris y luminoso a la vez. Hoy es el día de la primavera en Barcelona, aunque haga más frío ahora que en pleno invierno, y esta mañana en el parque de la Ciutadella (ese con lago y barquitos, Dani) me han regalado una plantita con una flor de color naranja, un símbolo con tiesto y tierra de una estación que no toma partido, como ninguna últimamente. Hoy se está bien en casa, mientras las gotas repiquetean en el cristal, y me arrebujo en el sofá con el pijama de corazoncitos y el notebook, a escribir poquito a poco, sin saber muy bien qué palabras van a salir de esta sensación apática que tengo hoy. Sin embargo, las paredes amarillas me acogen como un nido tibio, abrazando con cuidado esta vulnerable piel mía que se deshace al menor roce: es un placer desconocido tener un poco de tiempo e invertirlo en un té caliente, una respiración calmada, un aprendizaje lento de mí misma. No quiero controlar nada, dejaré que los minutos y los actos fluyan y se acompasen por sí mismos, porque me agota por dentro y por fuera estar pendiente, avanzarme, esperar y desesperarme.

La belleza de las cosas me abruma. La ciudad se me cae encima este fin de semana, hubiera querido estar lejos. Los planes me salvan. La incertidumbre me mata. El no saber me desquicia. Suerte de la lluvia, que limpia las calles, renueva el color del cielo, nutre las cosas buenas. Igualito, igualito, que unas lágrimas bien lloradas.

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