Tormentas Paradigmáticas

Aquellas perturbaciones que se ajustan a mi propia idea mental del concepto tormenta...

miércoles, octubre 19, 2005

Hoy me conquista


Esta mañana me levanté con un ánimo raro: el cansancio que parece adherir el cuerpo a la calidez de las sábanas, esos sueños que siguen proyectándose en la pantalla del interior de los párpados aún cuando se apagó el proyector y la semioscuridad de las 7'30 configuraron un contexto matutino poco apasionante. No había demasiado entusiasmo por nada y sí decenas de anotaciones mancillando los márgenes de un miércoles en la agenda.

Escribo siempre con estilográfica y tinta negra, porque me gustan los trazos gruesos, fluidos, firmes e indelebles. Mi caligrafía es medio loca y bastante cursiva, saltarina y poco consecuente. Pego post-its en las páginas de la agenda, recorto fotos y noticias del periódico, anoto cosas que debo hacer, cosas que hice, cosas que me pasaron y cosas que me gustaría que me pasaran. Anoto todo, y al final me mancho con la tinta los dedos índice y anular, y me lavo las manos furiosa, con una obsesión antiséptica que me vuelve la piel frágil y delicada. Esa manía de tener las manos impolutas acaba por dar un aspecto enfermizo a mis manos flacas, que ya de por sí son frías y pálidas. Aunque eso es irrelevante y no viene al caso. Lo que de verdad quería contar era lo que hace virar mi día y abrir dos paréntesis de emoción en mi tristeza cotidiana y sin causa aparente.

Hoy me conquista un blog que encuentro paseando, http://patchgirl.blogspot.com. Aunque para mi gusto le sobran algunos dibujitos, me entretengo leyendo y siento esa admiración levemente teñida de un tipo de envidia muy tonta. También me enamora, en esa clase de amores breves pero intensos, un poema con el que me tropiezo casi sin querer, aunque queriendo sin saberlo. Me ilumina, me desconcierta, me entusiasma y me sorprende, me desarma y quisiera compartirlo. Pero en realidad no quiero, así que no puedo y así que no debo. Lo anoto y basta.

TELO
Llegamos
con la urgencia
de lo impostergable

Para dos sábanas
y una cama
la eternidad
nos alquiló sesenta minutos

(Ernesto Aguirre)

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