Gafapastosos y perliorejadas: amores y odios irracionales
Caminando por las sendas inescrutables del blog, me doy de bruces (jejeje, una expresión que me encanta, porque me imagino súpergráficamente la cara de desconcierto que se te queda cuando te topas contra algo que no te esperas) con una palabra que me fascina al instante: gafapastoso. La leo en casa de Patch, y también en otros de los blogs que enlazan con el suyo. Inmediatamente me doy cuenta de que refleja fielmente una realidad, que es la palabra justa para un fenómeno concreto, una invención lingüística que la sociedad pedía a gritos. Necesitaría ayuda para definirla: pero una cosa gafapastosa se reconoce con facilidad cuando te la encuentras, por lo tanto tal vez no sea preciso. (NOTA: Es como un orgasmo, que no se puede definir, pero que cuando se tiene, se sabe, y si no sabes lo que es, no lo has tenido.) Pero sí es necesario mencionar que se está convirtiendo en uno de mis términos favoritos, porque se aplica a cientos de miles de cosas que me rodean. (Oh, dios mío, ¿viviré en un mundo gafapastoso sin haberlo sabido hasta hoy?) Y lo peor, o lo mejor, según se mire, es que me gusta lo gafapastoso, esas ínfulas intelectuales, esa pretenciosidad encantadora, ese esnobismo cultural, esa sensación de pertenecer a una élite incierta y profundamente incomprendida que roza en muchos puntos el frikismo sin caer de lleno en él... estamos frente al nacimiento de un nuevo género urbano, amigos, cuyos adeptos se multiplican de un modo pasmoso. Gafapastosos del mundo, uníos!
Y a raíz del descubrimiento glorioso de la susodicha palabreja, me ilumino a mí misma haciendo una analogía etimológica para componer un término que ilustre otro fenómeno que me horroriza en la misma medida que me entusiasman los gafapastosos: las perliorejadas. De perla y oreja, claro. Es un odio irracional que tengo. Antes de comenzar a vomitar sapos y culebras, debo matizar algunos puntos: me gustan las perlas, me parecen bolitas fascinantes, me gusta su brillo y me gusta su color. Por otro lado, los pendientes son mis accesorios favoritos del mundo, y casi siempre llevo grandes pendientes de muchas formas diferentes. Incluso, esos pendientes formados por una sola perla adherida al lóbulo, como objeto, podrían llegar a gustarme y a parecerme finos y favorecedores. Pero inconscientemente los relaciono con una tipología humana que me produce profunda aversión, y de este modo se convierten en un concepto/símbolo que odio. Me molesta el pijismo que se manifiesta en la perliorejación. Voy a ser sincera: odio a las pijas perennemente perliorejadas. Sí, ya sé: es un sentimiento irracional, y supongo que injusto, pero que no puedo negar. Hasta aquí mi diatriba, que tengan unos buenos días.
2 comentarios:
He, he, tens raó Mag, he sentit certa identificació... M'han vingut al cap Leedowns i succedanis. I jo he de confessar una cosa, tampoc suporto les perles!
Carol
Perletes Majorica i bufanda de Burberry's plegada just perquè surti la punteta amb l'etiqueta. Perfumada amb Dolce & Gabanna, i si pot ser decorada amb qualsevol altra joia de Tous... brrrrr, conec un maníquí com aquest! Visca la personalitat!
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