Memento mori
Algunos días las ideas me estallan ante los ojos como burbujas de jabón, grandes, brillantes e irisadas. Suele ser cuando estoy contenta, y es como si lo mirara todo a través de un papel de celofán de colorines. Son días de colores radiantes, en los que ando por la calle con entusiasmo, escribo frases mentalmente, pienso cosas bonitas que quiero hacer, me ilusiono con facilidad y lo feo que me pasa me lo tomo bien.
Hoy no parece ser un día de esos, me levanté demasiado tarde soñando cosas raras, salí de casa corriendo y sin desayunar, y me caí por las escaleras. Fue una de esas caídas clásicas e idiotas, en las que resbalas y te ves en el suelo sin saber cómo has llegado hasta ahí, con el agravante de que golpeé con la nuca en un escalón, con la base de la columna en otro y con el codo en un tercero. Ahora me duele la cabeza de manera intermitente y el codo derecho ha adquirido un color violáceo y un volumen inusitados. Me asusté un poco al levantarme, con esa clase de sobresalto retrospectivo tan habitual, porque podría haberme hecho daño de verdad, daño-daño. Y pensé cosas como que estaba sola, y que en la escalera casi no hay nadie a estas alturas de julio. No pasó nada, no tuvo importancia real, sólo un resbalón tonto, pero igual, memento mori.
NOTA INTROSPECTIVA: Hace días que pienso insistentemente en tener un hijo, aunque ya sé que no es precisamente el mejor momento. Este inoportuno instinto maternal se me hace enorme, enorme, por no atendido.
2 comentarios:
Un niño un niño! jijiji!
Ten más cuidado, a ver si me voy a quedar sin blog para leer por unas escaleras.... :P
Un besote
Siempre hay tiempo para tener un hijo, Male. Y cuando llegue será tan bienvenido como ahora, vas a ver.
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