Tormentas Paradigmáticas

Aquellas perturbaciones que se ajustan a mi propia idea mental del concepto tormenta...

martes, diciembre 13, 2005

Esas incomodidades intolerables

Hoy hace un sol engañoso, y un frío de los que cortan. Compruebo con cinismo una vez más que, cuando algo me irrita, angustia o preocupa, cualquier circunstancia que en condiciones normales no tiene la menor importancia, acaba por exasperarme y multiplica por mil mi incomodidad. Tener los labios cortados y que me piquen tiene mucho que ver con haber abusado del alcohol el sábado, y también con este frío, y también con que no me haya comprado todavía una barra de cacao, con lo poquísimo que me costaría pasar por una farmacia. Así que hoy, me duelen los labios, me arden los ojos, no me acierto con las gotas en el saco conjuntival, se me corre el rímel, se me sube el jersey por la parte de la espalda y me entra un brrrrrrrr frío.

También tengo hace semanas las vértebras cervicales y sus zonas musculares adyacentes hechas una piltrafilla. A propósito de eso, mi mamá me dijo el otro día (mientras me hacía un muy terapéutico masaje con voltarén, qué majo eso de tener una enfermera a full time) que debería hacer yoga, pero que tenga cuidado, que esos lugares donde se imparte a veces son peligrosas sectas encubiertas (aquí, cara de profundo desconcierto por mi parte). ¿Es que tengo cara de cerebro lavable? ¿Debo parecerle a mi señora madre una mente frágil y fácilmente convertible en adepta de cualquier culto/creencia? ¿Es posible que mi madre piense que no tengo criterio y/o raciocinio para distinguir una clase de yoga de un inicuo adoctrinamiento sectario? Y por último, ¿será mi madre una de esas personas escépticas con todo lo oriental? Creo que a priori puede estar tranquila, si no creo ni que el hombre llegara a la luna, si todo lo miro con una gafapastosa y prepotente ceja levantada, cómo voy a creer que los caballeros de la séptima puerta de la estrella del norte o lo que sea, son los únicos e intransferibles salvadores del mundo. Mi abuela paterna me conoce mucho mejor: "Incrédula, atea, comunista". Eso me dice, la pobre, cuando los domingos a la hora de comer le contesto con sarcasmos a alguno de sus alegatos pro-misa diaria. Grave insulto, juas. En cualquier caso, crear una secta es sencillo, sencillo, con esta paginilla que he encontrado enlazada por ahí. Tal vez me anime a lavar, pulir y desinfectar cerebros ajenos, me visto con una túnica fúcsia metalizada, y me pinto con purpurina un tercer ojo en la frente, estilo Ten Shin Han. Todas las opciones son válidas cuando se trata de pagar el alquiler con un cierto superávit pecuniario, y por supuesto, mi propósito sectario sería lucrarme a base de bien.

Y volviendo a las incomodidades, que eran la excusa inicial de este post, también me resulta, cuanto menos, molesto estar estornudando en series de tres. Achís. Salud. Achís. Salud. Achís. Salud. Estornudos reincidentes y desgraciadamente irreprimibles. Pero sin duda, la peor de las incomodidades que hoy sufro exageradamente, es el estómago revuelto. Llegada una edad, una ya debiera tener cuidado con lo que come, pero sobre todo, con lo que bebe. Ya no se puede andar de la mano con José Cuervo tan asiduamente como antes, je. Las molestias gástricas y la ansiedad campan a sus anchas por mi maltrecha zona abdominal desde hace dos días.

(Qué post más largo, cómo me gusta quejarme, por tutatis!)

NOTA: 4400 RAZONES... ¿Y AHORA QUÉ COÑO HAGO? Enoc, tú tienes la culpa de todo. Me incitas con tus exposiciones irrefutables a ver la serie de anoche. Me engancho, me encanta, y hoy no puedo resistirme a ver el desenlace de la primera temporada, con lo que me pierdo el comienzo de Roma, que hace semanas que me muero por ver. Estoy muy indecisa.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio