Uf
Prometí. A mí misma y a esa parcela de cielo de nadie que se veía desde la ventanilla, mitad azul, mitad algodón blanco. Que no olvidaba, que no dejaba pasar ni un solo matiz de un final sedoso. Juré que recordaría ese minuto de calma, como recuerdo todo lo que me importa. Como recuerdo conversaciones, situaciones, miradas y gestos, al detalle, fotográficamente, cinematográficamente, atesorando sin querer cosas que no son tesoros.
Pero se me olvidó recordarlo. Ahora sólo me suena, con un eco vago. Será que en realidad era irrelevante. O uno de esos tesoros que se buscan con un mapa.
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