Los hombres intensos
Anoche, cuando llegué a casa, estuve hablando un rato con Alejandro en el messenger. Es un tipo especial en todos los sentidos, complicado, intrincado, tornasolado, de sendas mentales brillantes. La conversación fue tan anormal como lo es siempre, chispeante y un poco amarga, pero siempre con ese punto de encanto que le es tan propio. Hablamos de hombres, de hombres intensos y hombres aguados. Él me habló, claro, del varón porteño y de saber valorar las esencias. Yo le dije que hay hombres que sin querer, te queman, que son contundentes y desestabilizadores, porque les envuelve un aura arrolladora. Y cuando lo dije, lo pensaba de verdad. No hay muchos hombres intensos, y además están mal distribuidos geográficamente: creo que se acumulan en algunas urbes, que se generan por determinados fenómenos sociales, pero no sé, no pensé mucho en eso todavía.
Creo que la seguridad en uno mismo, fruto de la razón, es fundamental para no ser un transparente pusilánime. En la intensidad también interviene la inteligencia, la rapidez de reflejos, la osadía, la semi-entrega, el apasionamiento, el interés por las cosas bellas, la capacidad de emoción... Los hombres intensos para mí son a la vez feroces y tibios, suaves y pétreos. Me pregunto si la intensidad se contagia, como la risa.
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