Como un boudoir
Granates, rosas, dorados y encaje en la pared. Luz ténue, cava frío en copa flauta. Mi casa es hoy un lugar más íntimo, más perverso. Bienvenidos otra vez, quítense el abrigo, suéltense las corbatas.
Aquellas perturbaciones que se ajustan a mi propia idea mental del concepto tormenta...
Granates, rosas, dorados y encaje en la pared. Luz ténue, cava frío en copa flauta. Mi casa es hoy un lugar más íntimo, más perverso. Bienvenidos otra vez, quítense el abrigo, suéltense las corbatas.
Sigue siendo febrero, pero la primavera ya me acaricia con cuidado, con un gesto tibio inesperado y sorprendente. Quiero más sol reflejado en el mar por la mañana, quiero mediodías de brisa ligera, quiero ropa de color de rosa y la respiración agitada porque el corazón se desboca y es difícil que se acompasen.
Me importa una mierda que hoy sea 14, 25 o 31, hay cosas que me enamoran de ti cada día. Pero sé que te gustará que te lo diga en voz alta desde aquí, y que aunque esta noche no hagamos el amor, te dormirás conmigo, pensarás en mí.
Hay cosas que no. Por ahí sí que no. Eso sí que no. Aunque luego, al final, las circunstancias, el contexto, la coyuntura, dan a luz un sí tímido, pero un sí. Un bueno, vale, de acuerdo, que son un sí tapadito. Un asentimiento imperceptible que se asienta y se reafirma en su propio significado rotundo. Y luego, como un alud de ideas y hechos confusos, todo se precipita.
Salía de comer del restaurante chino, feo y un poco asqueroso, que hay en Vía Augusta, muy cerca de la oficina, cuando se ha puesto a llover finito. Esta mañana hacía un sol relativo, y he dejado la terraza llena de ropa tendida, así que a estas horas ya habrá pasado por un prelavado celestial, eso si la superpoblación de palomas la ha evitado en sus continuas defecaciones. Además, he sido oportunísima al vestirme esta mañana, con unos pantalones grises de los que arrastran un poco el dobladillo por el suelo: llegaré a casa con el bajo del pantalón sucio y empapado. No me importa que llueva, pero que avise, coño.
Presiento que me estoy cansando de este template turquesa. Debería hacer de nuevo reformas en casa, encontrar algo que no me ofenda cuando lo miro después de unos días fuera. Algo beige. Miraré a ver.
He perdido la cuenta de los días que llevo en estado de excepción. Ya no sé tomar medida de la anormalidad que habita en mi normalidad y va conquistando parcelitas subrepticiamente. Me pregunto si lo que tomo por raro no será mi propia rareza al interpretar mi contexto. Soy yo quien lo ve todo raro. Me apasiono por detalles universalmente insignificantes, como siempre, mi placer son instantes pequeños, mis esperanzas crecen como un globo rosa a punto de estallar, y mis pasos son cada vez más diminutos. Aprendo cosas, me fascino con la piel cambiante del cielo, me enamoro de bebés miopes. Pierdo el tiempo, anhelo momentos, se me nubla la vista. Mis nudillos le parecen a mi madre cada día más huesudos, más blancos y más fríos.