Tormentas Paradigmáticas

Aquellas perturbaciones que se ajustan a mi propia idea mental del concepto tormenta...

viernes, abril 28, 2006

Burnin' friday

Estoy on fire. No he madrugado mucho y he llegado tarde (tardísimo, ups) al trabajo. Pero qué importa, estoy alegremente hiperactiva y con algo palpitante que se parece mucho al entusiasmo flotando a mi alrededor, como esa aura brillante que se supone que adquieres al beber un actimel. Debería aprovechar este momento, después de tantos días de apatía y semitristeza, me digo a mí misma cuando abro el documento y comienzo a teclear. El color fúcsia suele ponerme de buen humor, y hoy tengo casi una sobredosis cromática que me hace segregar endorfinas a full. Hace sol y un calorcito leve. El café está especialmente bueno esta mañana, creo que la máquina funciona mejor si le cantas bajito mientras esperas a que se llene el vasito de pvc. Esta mañana escuché tangos en casa mientras desayunaba, lo que siempre favorece a mi chi. Anoche acabé un trabajo que arrastraba desde hacía días, y fue un alivio poner el punto final y dejar de escribir.

NOTA: Y hoy, como estoy contenta, cuelgo una foto que me recuerda buenos tiempos. Somos mi padre y yo, en verano de 1982.

viernes, abril 21, 2006

El caos se contagia

Hoy, en el tren de camino al trabajo, hago un listado bastante exhaustivo de las tareas pendientes: en tinta negra y trazos gruesos sobre un papelito amarillo pálido, que tiene muescas en uno de los lados porque no lo arranqué bien por la línea de puntos. Lo pliego en cuatro y me lo meto en el bolsillo izquierdo de la chaqueta de cuero negro, donde también hay un clínex usado que comienza a reducirse a pelusillas con el roce de las manos y también el pasaje de Balearia del regreso a la normalidad del pasado lunes. Mis bolsillos casi siempre son pequeños vertederos, con fauna como clips torcidos, monedas inútiles de uno y dos céntimos y diminutos lápices de ikea habitando en ellos. Y lo odio. Me molesta la desidia de manera suficiente para enervarme pero no lo bastante para hacer algo al respecto.

Anoche me fui a dormir sin haber terminado lo que estaba haciendo, cosa que me irrita sobremanera. Me intenté convencer a mí misma de que en mi estado semi-sonámbulo y de fatiga ocular extrema todo el trabajo que podía avanzar no valdría demasiado la pena, pero no surtió efecto. A eso de las 00:45, me metí en la cama, con sentimiento de culpa y la sensación creciente de que el caos se instala en mi vida. Mi interacción con Marta hace que su caos me roce y me contagie. No sé por qué soy tan frágil y me desequilibro con tantísima facilidad.

Y esta mañana, el despertador no despertó a nadie, y cuando me levanté, tardísimo, no llevaba puesto el pantalón del pijama. Quién sabe lo que habré soñado para desnudarme en plena noche sin darme cuenta. En toda la casa, indicios físicos de mi desorden mental: en el baño no hay toalla de mano, y sí un montón de cartas abiertas en el revistero de pared, que me exasperan de solo mirarlas, pero no lo suficiente como para quitarlas. En la cocina, tetrabricks para reciclar, en el suelo junto a la puerta. En la nevera, falta preocupante de alimentos básicos. En la habitación, ropa en la silla, cubo con ropa no lavada, objetos varios sobre la mesilla.

Pero lo peor, de lejos, es el desorden introspectivo. La sensación de no llevar una vida como la que solía, de posponer los pensamientos trascendentes, de vivir al día, ir tirando como puedo mientras pienso que ya solucionaré todo cuando no tenga más remedio. Miedo y asco, pero no en Las Vegas, sino donde quiera que vaya.

NOTA: A partir de hoy, mi mantra es caleidoscopio. No sé ni una palabrita de sánscrito ni de hindú, así que usaré una palabra que me suena cristalina y sorprendente en castellano.

martes, abril 18, 2006

Back to world

Explota el sol en mi cara esta mañana cuando bajo del tren en Badalona, sintetizando instantáneamente toda la vitamina D del mundo en mi cuerpo flaco, haciendo una extraña fotosintesis donde lo único clorofilado es mi bolso verde. Llego puntual al trabajo, y por primera vez en días, he dormido esas míticas ocho horas que se aconsejan en los círculos de la vida sana. He salido de casa con el pelo húmedo y la cara blandita, proclive a la sonrisa. He dormido soñando felicidades varias, porque tras cuatro días en el paraíso, todo se mira de otra manera, y me siento bastante inmune a las maldades de los martes y las tareas pendientes. Es como si los superpoderes de una Lois Lane cualquiera se potenciaran con la ingesta de sandwiches de salami, la pomada xoriguer y el arroz integral de comercio justo.

Menorca, a medio camino entre el cielo y la tierra, no sólo ha sido increible por el paisaje que sobrecoge, la indolencia que da paz al alma y el cambio de aires que renueva como el bífidus, sino que el eje del bienestar de estas vacaciones diminutas ha sido la compañía. Conversaciones infinitas, los momentos chill, la sensación tan inhabitual de ser feliz en tiempo presente. Ajustar los anhelos a las posibilidades: querer estar sólo donde se está, querer hacer solamente lo que se está haciendo.

martes, abril 11, 2006

Ansiedades y preparativos

Estoy ligeramente ansiosa por las vacaciones de Semana Santa.

Sí, son cortas. Sí, tal vez no haga buen tiempo y veamos la playa de lejos, o bajo un paraguas. Sí, es posible que el apartamento sea cutre y un paraíso de los entomólogos. Pero igual... me muero de ganas de llegar a la isla con sobredosis de biodramina (el barco eh lo que tiene), sentirme feliz, reír con todas las ganas y agujetas en la tripa, descansar la mente de agobios diversos, y leer. Leer saboreando las frases, concentrada sólo en las letras y no en si me paso de parada o si se me caen los ojos de sueño. Quiero mirar cosas bonitas, jugar con la arena, escuchar música a todo volumen en el coche, y cantar a grito pelado. Contar historias tontas, pasear lentamente, respirar el aire del mar, ver el anochecer en uno de los cinco faros. Llegar a una cala con poca gente, desnudarme al sol tibio de abril.

martes, abril 04, 2006

Un martes liviano

Esta mañana, mientras espero a que la putilla de la máquina escupa un cappuccino, pienso en todo lo que me queda por hacer esta semana. Las entrevistas, los textos y todas esas cosas que acechan en mis ratos supuestamente libres, que llenan de culpa el sofá para que me muerda al sentarme.

Antes de cabrearme indefectiblemente, decido acordarme de las cosas diminutas y estupidillas que me hacen feliz. Esas levedades, las menudencias que dan un toque luminoso a mis días feos, como el último capítulo de la primera temporada de House, que emiten esta noche; como los preparativos del viaje a Menorca con Martita la semana que viene; como ese bikini nuevo de estampado retro (¿por qué me da últimamente por vestirme con papel de pared setentero?) que vi en un escaparate; como la noche del viernes pasado, en la que me sentí tan bien; como tomar un té de quince minutos mirando una pared naranja y unos ojos verdes; como ponerme mis enormes gafas de sol nuevas al mínimo rayo de sol...

No me pesa el martes, porque me doy cuenta a tiempo de que parece un viernes. Hoy vi una grapadora de escritorio rota, arreglada con celo. Y dentro de la tira de plástico adhesivo, como una burbuja, un montón de arena que se escapa, convirtiendo un objeto pesado en algo liviano.

NOTA: Hoy sale en el periódico Hernán Casciari. Voy a recortar el artículo y pegarlo en mi agenda, porque es un tipo que me interesa, al que leo siempre, y al que nunca me atrevo a comentarle nada en su blog, porque tengo la sensación de que lo que pueda decir no será nada nuevo ni bueno. No sé, es un cierto sentimiento de inferioridad hacia la gente que admiro. Quisiera caerle bien.

OTRA NOTA: Me alegró mucho el comentario de Patch, me puso contenta y ahora sólo falta que me enlace. También me alegra que Carol salga con un polaco. Y que Marta esté ilusionada por cosas. Que mis abuelos celebren 50 años de casados. Que Raül cumpla el domingo 26 años.