Tormentas Paradigmáticas

Aquellas perturbaciones que se ajustan a mi propia idea mental del concepto tormenta...

lunes, marzo 27, 2006

Ladies night

Lunes de nuevo, y adjunto fotos con las niñas, después de nuestra fiesta de mujeres del sábado. Una cenita (con un pato haciendo cuac cuac en mi estómago), unos mojitos y un poco de freak show en La Paloma. También hicimos planes para la semana santa, para el verano y para la vida en general, nos dijimos cuánto nos echamos de menos, y nos regalamos cositas y piropos. Aquí están las pruebas gráficas de lo fantásticas que somos.



Las fotos de la llegada a mi casa, de la puesta del pij y de la eliminación de la capa de maquillaje las reservo para los archivos privados y los expedientes secretos.

miércoles, marzo 22, 2006

Miércoles, pelusas, perspectivas

Ayer, cuando arrastraba la maletita de ruedas por el largo pasillo que enlaza el metro y el ferrocarril en el trayecto desde Sants hasta mi casa, me fijé en las bolas de pelusa. Enormes y grises, junto a la pared. Supongo que se forman al mezclarse el polvo que arrastran los trenes y las ruedas y los zapatos de la gente que pasa, con los pelos que a todos se nos caen de la cabeza y de otros lados, con los hilos desprendidos de las ropas, con las células cutáneas muertas que se precipitan desde las pieles, con las migas de bocadillo, las briznas y partículas de papel de periódico. Pelusas informes, asquerosas, polvorientas, casi tan impertinentes y esquivas como las que aparecían en mi piso de estudiante.

No es que las cinco del 305 fuésemos un dechado de virtudes domésticas, pero el tema de las pelusas era ya casi un asunto paranormal. Barríamos el piso, pasábamos una mopa húmeda, fregábamos con mocho y cubo de agua hirviente y lejiada... todo parecía ir bien. Y de súbito, cuando nos sentábamos a ver algún repugnante programa, osaban aparecer en los rincones, bajo el sofá, rodando impunemente ante nuestros ojos. ¿De dónde salían? ¿Cómo se formaban con tamaña rapidez? Barajábamos dos hipótesis. Una, que tuvieramos un agujero negro que nos conectaba directamente con algún vertedero cósmico. Dos, que tuvieran vida propia y se escondieran con sus patitas peludas cuando nos veían acercarnos, grandotas, distraídas y torpes, armadas con escobas y plumeros. De repente, hoy, sin venir al caso, el problema aparece solucionado ante mis ojos: queda resuelto el enigma de las pelusas.

NOTA FINAL: Aclarando el título, hoy es miércoles. Y las expectativas son, si alguien albergaba dudas al respecto, porque el sábado tengo ladies night con mis amigüitas favoritas del mundo, hace bastante que no nos reunimos y tenemos un graaaan entusiasmo compartido por este evento primaveral.

jueves, marzo 16, 2006

Envíos primaverales

Hoy me levanto de nuevo con ganas de escribir. Acuden frases a mi mente mientras entro en la ducha, escribo sin teclado ni lápiz de camino al trabajo y pienso cosas que me gustaría decir, a pesar de lo cansada que estoy y de lo mucho que me duele la cabeza (Sien y ojo derechos, unilateral, pulsátil, fotofobia, fonobia. Diagnóstico diferencial: migraña. Gracias, Doc House). Hace sol, y quisiera que la primavera ya estuviese aquí, para vestir liviano, sentir el calorcito creciente y esas cosas. A estas alturas de marzo, supongo que la nueva estación debe estar viajando hacia la península, porque Dani Ucl ya me dijo hace días que me la mandaba. Lo hace cada año, cuando él ya la ha usado, y no la necesita: un paquete bien precintado y lleno de sellos (pesa mucho y vale una pasta enviarlo) que vuela hacia Barcelona por correo aéreo. Contiene un 60% de sol cálido, un 10% de turbulencias atmosféricas (bastante traicioneras), un 20% de especies vegetales diversas (no cuentan las misérrimas macetas secas de mi ventana) y un 10% de ingredientes variados, como agitaciones cardíacas, irresistible atracción por los escaparates de temporada o palpitaciones al mirar a ciertos sujetos del sexo contrario (o incluso del mismo, en ocasiones). Cada marzo, lo abro en la terraza, y se desparrama a mi alrededor lentamente, casi sin que se note... en cualquier caso, la primavera no lo es tanto si no se puede pasear por el centro mientras llueve, junto a un rey enojado consigo mismo, que avanza sin paraguas, empapado y con los ojos igual de azules que el triángulo celeste que se ve desde la ventana.

martes, marzo 14, 2006

Más vale tarde

Es imperdonable abandonar así una casa. Nadie cierra la puerta al irse a trabajar, con la intención de estar fuera ocho horas y no vuelve en mes y medio, dejando la nevera llena, la llave del gas abierta, la calefacción programada y la cisterna del wc goteando. Sin avisar, sin bajar las persianas, tirar la basura, regar las plantas o dar a los poetas una piedra de esas nutricias que se disuelven poco a poco en el agua de la pecera. Es una muestra de espantosa desidia, una despreocupación evidente, una falta de inquietud sólo plausible por algún suceso inesperado. Y, bueno, me fui de casa por unos días y no se lo dije a nadie. Tampoco es que tenga multitudes en la puerta, espiando por el ojo de la cerradura, pero no está bien que si una visita se deja caer sólo encuentre muebles polvorientos y cartas acumuladas, olor a cerrado y leche agriandose en la nevera.

Así que he hecho limpieza en los rincones (incluso levantando alfombras), y he abierto las cortinas para que entre el solecito. Ya estoy en casa, después de un mes sin una puta palabra, sin una foto y sin ni siquiera un minuto para regodearme en mis supuestas literaturas efervescentes y virtuales. Me pregunto si la literatura que no se escribe sobre nada (piedra, papel) es literatura igual, o pierde su esencia por ser sólo puntitos en un mapa de bits, pixelitos en la pantalla. Pero ese es otro tema. El caso es que anoche Raül me dijo, medio enfadado, que se había pasado por el blog. Y me recriminó dos cosas. Una, que no hubiese escrito en semanas. Dos, que sólo le mencione "para decir cosas feas", según él.

En principio, que algo sea feo o bonito es un asunto subjetivo, querido. La verdad es que no mentí, pero tampoco lo dije todo, y la omisión también es un error, a veces. Y la cuestión es que él cree que no le dibujo bien en las alusiones que hago a su persona. Bueno... la verdad, la pura verdad, es que tengo un jardincito zen gracias a él, y también el calendario de hojas de Aleida, y que estuvo conmigo mientras miraba embobada a Calamaro (y también en la mayoría de los otros momentos claves de mi vida y de mi blog). Cocina bien, tiene los ojos verdes y la boca bonita. Nos gritamos mucho, pero hace tanto que nos conocemos que las discusiones tontas son sólo eso, discusiones tontas. Juega a fútbol y siempre se hace daño, aunque no parece importarle demasiado. Le gustan los bebés, y le da miedo cogerlos en brazos, como si fueran a romperse. Se emociona enseguida por cosas pequeñas y no le cuesta arreglar problemas domésticos, como grifos que pierden, cuadros que necesitan colgarse o cortinas que piden a gritos descolgarse para meterse raudas en la lavadora. No me toma en serio cuando me quejo y le subleva que le digan lo que tiene que hacer. Todavía lleva el piercing que ambos nos pusimos cuando fuimos a vivir juntos y que yo hace mucho que tuve que quitarme. Su color favorito es el azul. Sigue siendo un idealista y nació en abril. Come cantidades ingentes de comida, con hambre voraz, pero es delgado, con un cuerpo fino y tenso. Cuando era un niño, su hermano le partió un diente con una piedra plana y blanca de la playa. Y a los 20 años, pasó la varicela y dejó su metro ochenta lleno de circulitos que, como diría Sabina, empañan, sin mancharla, su hermosura.
Esta foto se la hice yo en la terraza, en julio de 2003, y se reía de verdad.