Tormentas Paradigmáticas

Aquellas perturbaciones que se ajustan a mi propia idea mental del concepto tormenta...

miércoles, marzo 28, 2007

Tengo que volar

Hoy llueve. En Buenos Aires también, me lo dijo una amiga. Supongo que hay un par de días al año en que tanto da estar aquí o allí, porque en su carrera hacia el invierno y en la nuestra hacia el verano, las temperaturas se encuentran en un punto. Hoy debe ser uno de esos días.

martes, marzo 27, 2007

Pasen y vean

El aeropuerto de Malpensa* envejecía entre la neblina y la lluvia fina. Era de noche, hacía frío y me manché los dedos con la tinta negra indeleble de mi estilográfica roja, emborronando una página entera de la agenda con palabritas que no venían a cuento, que bullían en mí y que casi no se entienden, pero que no quiero perder.

(* i encertaràs. broma fácil y previsible)

Tus ojos a veces me cuestan, me duelen, me pesan. El corro de la patata con tu mirada y la mía mirándose. cerrandolaspuertasabriendolacamaseparandomispiernas. Tus ojos locos, enfermos, traviesos, sosos, jugando a todos los antónimos, a los contrarios, a las mentiras, a los porqués más maniáticos, imposibles, odiados. Porque te quise y no te quise al mismo tiempo, simultaneando agrados. Traté de mirarte con todo al mismo tiempo, aprender los mecanismos, conocer los resortes, controlar las situaciones*, para que mi mente decidiera y mi corazón sólo opinara. Me sentí como Ingrid Bergman, pero sin sombrero y con un sastre de esta temporada. Quise quererte, lo intenté. Sospeché. bebídemasiadobailésinritmopeguémicaderaalatuya.
dejéquemehicierascosquillas. Te deseé hasta en sueños. No es que te quiera, es que te quiero**.

(*sin saber que no tenían control, nunca lo tienen)
(**para mí)


NOTA: Vic, queridísima, te copié los asteriscos. Me gustan más que mis notas al pie. Pero sólo por esta vez. Tienen tu copyright. :-p

lunes, marzo 26, 2007

Waiting for

Viajar es esperar. De una vez a la siguiente, se me olvida, pero el recuerdo viene galopando en cuanto pongo un pie en el aeropuerto, con mi trolley, mi gabardina y mi mejor expresión de mujer mundana. Odio hacer cola para facturar, pasar los eternos controles de (in)seguridad, esperar para embarcar, aguantar el mismo rollo de siempre (Seamos realistas, si el avión se estrella, el impacto te mata al instante y sólo se salva El Protegido. No da tiempo a que la gente se organice y se quite los zapatos para lanzarse por una supuesta rampa hinchable que va a parar no se sabe dónde... ¿acaso alguien la ha visto alguna vez? ¿existe?), soportar el tiempo de vuelo, abriendo y cerrando la boca para destapar los oídos, hacer cola para bajar del avión, esperar a que salgan las maletas por la cinta y sobre todo, la mía, que siempre es la última. Un rollo.

Este finde estuve en Milán. El viaje propiamente dicho, duraba una hora y media, pero invertí en él seis horas, tanto para ir como para volver, incluyendo todos los trayectos desde/hacia el aeropuerto, las esperas, las colas, los previsibles retrasos y el vuelo. Doce horas inútiles. Y todo, para trabajar.

Por suerte, durante el rato que pasé en Milán, la compañía fue excelente, el entorno inmejorable y el trabajo salió como tenía que salir. Fue un fin de semana bonito, lo que siempre es un consuelo frente al tiempo libre que he perdido.

viernes, marzo 23, 2007

Non, je ne regrette rien

Nada, pero nada. Sólo lamento un poquitín no haber ido aún más allá.

jueves, marzo 22, 2007

Necesito algo que no acierto a describir

El mar parece espolvoreado con purpurina a media mañana, chispeando con miles de puntos de luz en mitad de un frío muy poco primaveral y un sol muy nítido y brillante. Mirarlo desde la ventana del tren me resulta refrescante y evocador a la vez, aunque no soy una de esas personas que necesitan vivir cerca del mar o adoran la playa o toman mucho el sol. Me hace pensar en las cosas perdidas, y en las que no alcanzo. Me recuerda un tiempo libre que deseo, unos momentos que necesito. Tener hambre de todo me resulta doloroso.

Hoy escribo en mi libretita sobre cosas que en realidad no importan y disfrazan el tema realmente importante, y descubro que mi mente tiene un funcionamiento circular: aunque se vaya por derroteros extraños, vuelvo todo el tiempo al punto de partida. Mi punto de partida es un refugio tibio, un recuerdo de color crema que se almohadilla con tela suave, acogedor. Quiero volver a ese instante, o a uno parecido, para vivirlo más si cabe.

lunes, marzo 19, 2007

Elocuencias (de lunes raromalo)

Puedo mentir de muchas maneras. Pero sin duda alguna creo que el mejor modo es sin hacerlo.

domingo, marzo 18, 2007

Confusa

Pierdo las riendas de mi propia inspiración. Se escapa por caminos de tierra que todavía no conozco, se empapa de líquidos propios y ajenos. Se va por las ramas. Estoy confusa, confundida. Necesito un poco más de tiempo. Y tela, suave y esponjosa entre mis manos.

viernes, marzo 16, 2007

Terciopelos

No sé por dónde empezar. Estoy confusa. Las ideas me rodean fugaces y resbaladizas, como pececillos rojos con nombre de poeta, imposibles de agarrar. Y a la vez me siento extrañamente serena. Como si esto no fuera conmigo y como si tuviera todo el tiempo del mundo. Aunque sé que no es así, y que toda esta historia que me confunde empieza a ser un tema perdido, mal gestionado. No sabía que necesitara un MBA para administrar las cosas del bobo.

Cuánto terciopelo desperdiciado.

viernes, marzo 09, 2007

Autoanálisis en blanco y negro

Veo pasar mis propias acciones frente a mí a cámara lenta: tomas extraslow, granuladas y en escala de grises que se pasean frente a mis ojos con una cierta sorna. Hoy me siento frente a una hoja en blanco, sin pauta. El cursor parpadea, y espero con una pierna doblada bajo el cuerpo a que las palabras se precipiten hacia mis dedos, como una lluvia de granizo que choca contra las teclas con un clac clac muy Male que toda la oficina conoce. Cuando camino por la calle, aprieto los puños sin darme cuenta y las uñas marcan medialunas (primero blancas, luego rojas) en las palmas muy frías y muy blancas. En clase de yoga siempre tengo que recordarme a mí misma que las mandíbulas no se aprietan. Lorena nos repite que dejemos pasar los pensamientos frente a nosotros, sin deternernos en ellos. Por ahora no puedo evitarlo, chica, soy como una red cazamariposas gigante, y me pierdo en esas conexiones neuronales extrañas. Debo ensayar para ser más ténue, que los latidos y las contradicciones no me agiten tanto. Objetivamente creo que voy a acabar muy mal si sigo en esta montaña rusa emocional.

Andrés dice en la radio:
El amor es igual que un imperdible, prendido en la solapa del azar. Uuuuf.

miércoles, marzo 07, 2007

Cuando soy mala, soy mucho mejor

Desear mucho mucho las cosas, con esa dolorosa intensidad que se tiñe de impaciencia, suele serme contraproducente, porque por alguna ley cósmica no escrita, las probabilidades de que se cumplan suelen ser inversamente proporcionales a las ganas que se tengan, y los deseos irresistibles son como burbujas de jabón de esas tan irrealmente enormes: hermosos y frágiles, efímeros y que desaparecen sin dejar más rastro que partículas diminutas suspendidas en el aire. Hoy soñé que un hombre no determinado me empotraba con su cuerpo contra una pared tapizada en terciopelo devoré dorado. Que yo llevaba unos mulés forrados de brillantitos y una túnica de seda verde turquesa, y al levantar los ojos hacia el techo, veía un cielorraso pintado con ángeles. Un reguero de champán me bajaba por la garganta, por dentro y por fuera, enfriando la piel caliente. No sé porque los últimos días sólo pienso y sueño en términos de pornografía cara, en perversiones glamourosas, en un lujo lencero de cabaret, tango y burlesque. Creo que es este papel de pared, que acentúa y hace pública mi perversidad latente.

Ayer le escribí a Zorgin que quería ser Mae West en otra vida. Y quiero, de verdad.

martes, marzo 06, 2007

Saturday night fever

Me apetece una de esas noches escasas que brillan por sí solas, donde los minutos se desprenden uno tras otro, sin hacer ruido, fluyendo elásticos y luminosos como las burbujas fosforecentes que ascienden en una lámpara de lava. El reloj olvidado en casa, accesorio inútil; los zapatos de tacón altísimo en la mano, innecesarios según donde y según con quien; la mirada turbia y el rimel corrido, ríos de alcohol y lágrimas de risa. Deseo amanecer sin tener que madrugar y que un vago recuerdo me diga que lo pasé bien, que breves destellos de las horas pasadas se columpien frente a mis ojos pegados de sueño y resaca. Me apetece mirar, reír, bailar y luego recordarlo todo entre brumas, como imágenes de una película, con saltos temporales, fundidos a negro, planos encadenados y una soberbia banda sonora. Necesito esa fiebre y esa palpitación. Un día. Sólo un día.

lunes, marzo 05, 2007

Desquiciándome

Quisiera mirarme a los ojos a mí misma, sin necesidad de espejo, y saber qué se siente y qué se ve. Oir mil veces la misma canción y que me estallen sus notas adentro, como fuegos artificiales picantes y brillantes, como si siempre fuese la primera vez. Despertarme y sonreír. Estoy aprendiendo que hay cosas que funcionan sin frenos, y cuyo mecanismo se parece al de los aludes, nutriéndose de sí mismos, fagocitando su entorno y creciendo a pasos agigantados. El aleteo de una mariposa en tus ojos desencadena un terremoto en mi interior. El caos se agazapa al otro lado de una puerta de cristal. Mi nombre se escribe con tu voz de mil maneras distintas. El frufrú de mis pasos livianos sobre la moqueta de usar y tirar, el tiempo que oscila entre la lentitud más exasperante y la rapidez más loca, en un desesperante juego: indicadores de la evanescencia de mí misma, del punto de no retorno al que llega mi ansiedad.

Hay cosas que no puedo olvidarme de aprender.

Colorines

Cuando era niña, odiaba el color rojo. Me ofendía profundamente a la vista. En cambio, mi hermano, un nene hiperactivo, incontrolable, prefería el rojo antes que a cualquier otro color, y pedía insistentemente que pintaran su habitación de rojo sangre.

Yo era una nena tranquila y reflexiva, flaca y pálida, y me gustaba leer y pintar. Mi tono favorito era el amarillo. Un dibujo sin amarillo me parecía el summum de lo soso y apagado. El amarillo añadía vida a cualquier cosa. Tampoco entendía como a la gente le podía gustar vestir de negro, gris o marrón, habiendo combinaciones tan deliciosas como el rosa bebé y el verde pistacho. Me comprometí, a los seis años, a nunca vestirme con colores feos. Hice una lista con los colores que habría en mi guardarropa, y con los estrictamente prohibidos: negro, rojo, marrón, beige, gris y azul marino.

Hoy, un lunes medio nublado, casi veinte años después, llevo un vestido negro y un abrigo rojo. No soy lo que a los seis años imaginé que sería a los veinticinco, pero se acerca bastante. Lástima del color.

domingo, marzo 04, 2007

Peligrosa

"Eres peligrosa", dijo él. "Enamorarse de ti debe doler un montón", añadió. Ella sólo lo miró largamente, con los ojos muy pintados de negro.

viernes, marzo 02, 2007

Noches

Marrón. Marrón muy oscuro. Y cositas brillantes. Y risas, como cascabeles. Voces que medio susurran en mitad de un aire rojo sangre, cálido y con olor dulce. Pasos que se deslizan. Capas y pliegues de tela liviana envolviendo algo pequeño. Brillo plateado, tintineos. El sabor bajando, frío como el hielo, por una garganta caliente.

Constante: anormalidad

Tengo tendencia a escribir cuando me encuentro en los extremos de los estados de ánimo. Es decir, cuando estoy eufórica o cuando estoy triste, pero nunca metódicamente y en un estado neutro. La normalidad no es mi fuerte. La cordura tampoco. Sé que cada día soy menos consecuente y cada día pienso un poco más las cosas, lo que no me impide cagarla, sino que solamente me ayuda a estar mentalmente más estresada.

Esta tarde, a parte de arrastrar una resaca dolorosa y un cansancio importante, tiendo más bien hacia la tristeza. Hoy me levanté de un salto, habiendo dormido poco y con importantes carencias hídricas en mi organismo. Podría decir que rozaba la euforia... pero a medida que pasan las horas mi ánimo se ha ido hundiendo lentamente en un colchón lleno de cosas tristes y angustiantes, como un pez muerto y flotante en mi pecera, como tener que suspirar hondo hondo hondo para quitarme esa basurita del pecho. Tengo un poco de miedo y creo que no controlo mi fuero interno tan bien como creía. No puede ser que se me escape de las manos, ¿verdad?